martes, 14 de febrero de 2012

Un helado de a-moras.


Nuestra primera cita fue un helado, él pidió de moras. Pague el mio antes de que lo intentara él, estaba muy nerviosa. Caminamos por el parque por un buen rato hasta que decidimos sentarnos en una banca. Platicamos de nuestras vidas, aventuras y anécdotas graciosas. 

La noches nos llegó ahí, sentados en la banca. Pero no fue suficiente para terminar la cita, en su lugar, decidimos ir por cupcakes. Yo pedí de Red Velvet, él de vainilla. Esta vez dejé que pagara. Aunque sólo parecía una excusa para seguir juntos, disfrutamos los cupcakes hasta el final.


La segunda cita fue una fiesta. Llevaba mucho tiempo que no salía de fiesta, era nuevo para mi otra vez y en lo único que podía pensar era en lo incomodo de mi peluca.
Conocí a sus dos mejores amigos. Pero nunca me quitó la atención, era evidente que venía sólo conmigo y no quería que lo olvidara. Robamos dulces y paletas de una mesa junto con una revista, nos sentamos en un sillón a platicar. Nos tomaron nuestra primera foto juntos.


Aburridos de la fiesta, salimos a caminar al Zocalo. Eran apenas las doce y ya estaba todo vacío. Ninguno de los dos quería irse a su casa.

La tercera cita fue improvisada. En ese momento no hubo glamour ni peluca. Era yo sin trata de impresionar. A él no le importó nada.
Fuimos por unos amigos al centro, compramos un pan sólo para entrar al baño y después de equiparnos con unas cerveza, subimos al auto y los lleve a un lugar especial.

Vimos la ciudad vibrar desde lo más alto de Satélite. Tomando, escuchando música y rompiendo barreras culturales siguió la noche hasta que asustamos a los vecinos. Los lleve al segundo lugar.

Era un parque, en un fraccionamiento solitario donde aun se podían apreciar las luciérnagas alumbrar la noche. Ese día su mirada era diferente. Yo le sonreía, aun tímida por mis carencias físicas. Después de un rato, me abrazó. Algo estaba sucediendo.

Al día siguiente sus labios ya buscaban los míos, pero no fue hasta unos dias después que se encontraron frente a la dulcería del cine después de haber visto "Medianoche en París".

Casi 6 meses después sigue la historia y creo que esta si va para largo.



Segunda Cita

lunes, 6 de febrero de 2012

Los Misterios de la Muerte

A veces pienso que cuando te mueres, descubres todos los secretos de la vida. Y seguro dices "aahh, ¿era eso?". Y te ries de los vivos.



Cuando era pequeña, me quedaba en las noches mirando al techo sin sueño y pensaba un sin fin de cosas que como niños nos preocupaban. Uno de ellos era la muerte.


Recuerdo que en la oscuridad de mi habitación me cuestionaba sobre eso, en que sentías después, a dónde ibas o qué pasaba. Mi respuesta era una oscuridad eterna, sin sensaciones, como dormir para siempre. Mi miedo era tal después de esa conclusión que creo no podría explicarlo con palabras, pero se que es una sensación a la que todos como niños, podemos entender. Todos lo sentíamos diferente. 


Al final dejaba de pensar en pendejadas y me iba a dormir, pero siempre con esa espinita que esperaba nunca (por lo menos, no tan pronto) llegar a descubrir.


A mis 26 años y después de pasar por algo que para casi todos tiene sinónimo de muerte, no había tenido tiempo de cuestionarlo de nuevo por más increíble que parezca. Durante y hasta después de mi tratamiento mi modus vivendi se basaba en la frase "La muerte no es una opción". A parte de que en toda mi vida nunca había tenido ese contacto directo con ella. Mi conocimiento era nulo en cuanto a experiencia. 


Hace 3 semanas falleció una persona que fue un factor importante en vida y tratamiento. Mi Tía Rocio había sido diagnosticada con Melanoma, el cual hizo metástasis a varias partes del cuerpo, incluyendo el cerebro. En el momento que el cáncer se encontraba en forma de 3 tumores, los doctores no le daban más de 3 meses. Diez años después seguía más viva y feliz que nunca.


Ella estuvo conmigo el día en el que fue diagnosticado mi cáncer tras una biopsia. Una semana antes de mi operación fui a verla a su casa, ella quería platicar conmigo. Me enseñó una de las frases más importantes que marcó mi vida entera. Me enseño que la enfermedad esta en la mente, que mientras yo estuviera bien y con pensamientos limpios y positivos todo iba a salir bien.


Que otra prueba podría yo tener ante eso más que ella, a pesar de las limitaciones que tenía póstumas a su duro tratamiento, ella disfrutaba la vida a lo grande y no había día que la viera sin una sonrisa en el rostro. Debo admitir que no era muy seguido por mi tratamiento, pero aun así era muy chido verla.


Al final se fue con una hermosa sonrisa, sabiendo que así como ella lo decidió en vida, no iba a dejar que el cáncer se la llevara. Y así fue. Un aneurisma la dejo inconsciente 2 semanas antes de su despedida del mundo terrenal. Ese fue mi primero contacto con la muerte en toda mi vida y vaya que fue fuerte. 


Todo ha sido muy difícil de asimilar por todo el contexto alrededor, la conexión más allá de lo familiar que tenía con ella, las enseñanzas que me dejo en vida y el mal gusto de preguntar por mi salud en medio funeral de los presentes (sin afán de ofender). Pero a partir de esto volví a retomar el tema de la muerte en mi cabeza, claro, de una manera menos infantil.


Él día de ayer me enteré del fallecimiento de una gran tuitera de la cual desafortunadamente no tuve el gusto. Amaya Marichal se encontraba en una fuerte lucha contra el cáncer. Compartía su historia por medio de su blog, el cual junto con sus tuits, era un must para mi.


A pesar de no haberla conocido en persona, esta red social crea lazos tan fuertes que al enterarte de estas noticias, simplemente te sientes desvastado como si hubiera sido tu amigo del alma del colegio o como si hubiera sido un familiar cercano.  


Entonces ¿Qué es la muerte después de todo esto? ¿Qué tan cerca de mi estuvo todo este tiempo? 


Al principio me dio un poco de miedo verla de frente, aceptarla y darme cuenta que está más latente con esta enfermedad. Pero al final, creo que en todos está latente de una u otra forma.


Al ver a estas dos persona sufrir, podría decir que la muerte fue su premio por ser personas tan ejemplares. Despedirse del sufrimiento terrenal para irse a un lugar donde el dolor no existe y donde descubren todos esos secretos que los simples mortales nunca sabremos hasta la hora de nuestra partida.  Que ellos podrán vernos desde donde estén y sonreír al ver nuestra incredulidad ante la vida. 


Eso significa la muerte para mi ahora. La veo con tranquilidad, como una bendición casi. Porque al final, los vivos somos los que nos quedamos aquí en un mundo lleno de problemas, contaminación y un supuesto Apocalipsis (jaja). 


Aunque es obvio que espero no verla en mucho tiempo, se que no tendré miedo de esa eterna oscuridad cuando llegue.


Descancen en paz